lunes, 24 de octubre de 2016

Fra Angelico. La virgen de la Granada

La Virgen de la Granada. 1426. Fra Angelico
Temple sobre tabla, Medidas: 87 x 59 cm.
Museo del Prado. Madrid

Sed buenos, comprensivos, perdonándoos unos a otros como Dios os perdonó en Cristo. Sed imitadores de Dios, como hijos queridos, y vivid en el amor como Cristo os amó y se entregó por nosotros a Dios como oblación y víctima de suave olor.

Este texto de la carta a los Efesios, que leemos en la primera lectura nos invita a imitar con nuestra vida a Cristo, siendo así hijos de la luz. Ejemplo perfecto de ello fue la misma Madre del Señor. Por eso, hemos escogido esta magnífica tabla de fra Angelico.

La Virgen de la Granada es una obra extraordinaria, pintada en uno de los momentos decisivos de la historia del arte, la Florencia del primer cuarto del siglo XV, cuna del Renacimiento, por uno de sus actores principales. Guido di Pietro, llamado Fra Angelico, debió formarse con Lorenzo Monaco y figura ya como maestro independiente en 1418. Entre esa fecha y 1422 ingresó en el convento dominico de San Domenico en Fiesole. La Virgen de la granada, inmediatamente posterior a la Anunciación, delata el conocimiento del altar de Sant´Anna Metterza de Masaccio, realizado para la iglesia florentina de Sant´Ambrogio (1423-24) y hoy en los Uffizi. Su nombre deriva del fruto que sostiene la Virgen, prefiguración del sacrificio y la resurrección de Cristo. Fue adquirida en Florencia en 1817 por Carlos Miguel Fitz-James Stuart y Silva, XIV duque de Alba de Tormes, y figuró desde entonces en posesión de la familia.

domingo, 23 de octubre de 2016

Zeiler. parábola del fariseo y el publicano

El fariseo y el publicano. 1612. Johann Jakob Zeiller
Pintura al fresco
Iglesia Abacial de Ottobeuren

La liturgia de este domingo nos presenta la parábola del publicano y del fariseo. El uno se jacta de su cumplimiento de la ley, mientras que el otro se duele ante Dios de sus pecados. En uno triunfa la soberbia, en el otro la humildad.

Esta escena fue plasmada en uno de los frescos que adornan la Basílica de Ottobeuren. Ambos aparecen ante las tablas de la ley. Un demonio aparece detrás del soberbio, cuya jactancia le hace ingrato a los ojos de Dios. La obra fue pintada por Johann Jakob Zeiller (1708-1783), pintor alemán que se formó en Italia.

sábado, 22 de octubre de 2016

Fray Juan Bautista Maíno. Pentecostés.

Pentecostés. 1612. Fray Juan Bautista Maíno
Óleo sobre lienzo. Medidas: 285cm x 163cm.
Museo del Prado. Madrid.

A cada uno de nosotros se le ha dado la gracia según la medida del don de Cristo. Por eso dice la Escritura: «Subió a lo alto llevando cautivos y dio dones a los hombres.» El «subió» supone que había bajado a lo profundo de la tierra; y el que bajó es el mismo que subió por encima de todos los cielos para llenar el universo. Y él ha constituido a unos, apóstoles, a otros, profetas, a otros, evangelizadores, a otros, pastores y maestros, para el perfeccionamiento de los santos, en función de su ministerio, y para la edificación del cuerpo de Cristo; hasta que lleguemos todos a la unidad en la fe y en el conocimiento del Hijo de Dios, al hombre perfecto, a la medida de Cristo en su plenitud.

La primera lectura de la Eucaristía de hoy, tomada de la Carta a los Efesios, nos describe cómo Cristo ha constituido a su Iglesia después de su resurrección con distintos carismas. Así fue como sucedió ya en Pentecostés, motivo por el cual contemplamos este lienzo de fray Juan Bautista Maino.

El 14 de febrero de 1612 Juan Bautista Maíno firmaba en Toledo el contrato para realizar las pinturas que conformarían el retablo mayor de la Iglesia Conventual de San Pedro Mártir, en la misma ciudad. Maíno se comprometía a realizar el retablo en el plazo de ocho meses, pintando las historias o asuntos requeridos por el prior del convento. Pese al compromiso establecido en el contrato, las pinturas no estuvieron concluidas hasta diciembre de 1614. Entre ambas fechas el artista ingresó en la Orden y en el propio convento, tras profesar el 27 de julio de 1613.

Los temas principales eran las representaciones más importantes de la vida de Jesús, desde su nacimiento hasta su resurrección gloriosa, y se conformaban por ello en imágenes básicas del mundo católico, las fiestas mayores del año eclesiástico, conocidas como las Cuatro Pascuas. El resto de las obras que componían el conjunto, realizadas en un formato más reducido, eran también bastante populares, pero constituían sobre todo ejemplos de la quietud y el desapego mundano a los que aspiraba la vida monástica.

Situada en el lado del Evangelio del retablo, esta obra se presenta como una de las composiciones más reveladoras del talante caravaggista de Maíno, concebida con una sencilla pero apabullante eficacia realista tanto en la elección de los tipos masculinos, como en la plasmación de gestos y actitudes. Muestra además una novedosa disposición para este grupo humano, un punto de vista original para un tema representado en muchas otras ocasiones dentro de la iconografía cristiana y que conllevaba la dificultad de incluir a los principales actores en un espacio angosto, y especialmente en este tipo de retablos. La jerarquización tradicional de los personajes sagrados prefería situar a María en el centro de la composición, flanqueada de manera simétrica por los Apóstoles.

El dominico obvió esta fórmula desplazando a la Virgen al lateral izquierdo, a un segundo plano, muy próxima a María Magdalena, convertida en una "apóstola" más del grupo. Serán por ello los dos personajes masculinos del primer término, San Pedro y San Lucas, los que concentren el mayor protagonismo.

viernes, 21 de octubre de 2016

Tzafouris. Cristo con la Cruz

Cristo con la Cruz. XV. Nicolaos Tzafouris. 
Óleo sobre tabla, Medidas 69 x 54 cm.
Museo Metropolitano de Nueva York

En aquel tiempo, decía Jesús a la gente: «Cuando veis subir una nube por el poniente, decís en seguida: "Chaparrón tenemos", y así sucede. Cuando sopla el sur, decís: "Va a hacer bochorno", y lo hace. Hipócritas: si sabéis interpretar el aspecto de la tierra y del cielo, ¿cómo no sabéis interpretar el tiempo presente?

El mayor signo que Jesús nos deja es el de su Pasión, Muerte y Resurrección. Por eso hemos escogido un icono en el que se nos presenta a Jesús, custodiado por los soldados, cargando con la cruz.El autor, Nicolaos Tzafouris, vivió y trabajó en la ciudad de Candia, en la isla de Creta, durante la segunda mitad del siglo XV. En su estilo se combinan típicos elementos griegos con otros latinos de procedencia italiana (por ejemplo, la armadura del capitán).

jueves, 20 de octubre de 2016

Murillo. Cristo en la Cruz.

Cristo en la Cruz. 1660-1670. Bartolomé Esteban Murillo
Óleo sobre lienzo. Medidas: 208 cm x 113 cm.
 Timken Museum of Art. San Diego

He venido a prender fuego en el mundo, ¡y ojalá estuviera ya ardiendo! Tengo que pasar por un bautismo, ¡y qué angustia hasta que se cumpla! ¿Pensáis que he venido a traer al mundo paz? No, sino división.

En el Evangelio que leemos en la Eucaristía hoy, se nos presenta Jesús como signo de contradicción. su afirmación de ser el hijo de Dios y el salvador esperado por Israel provocó algunas adhesiones, pero también suscitó un fuerte rechazo. Desde entonces, ser cristiano implica arriesgarse a padecer su mismo destino: la Cruz, en la que se manifiesta el rechazo del hombre a Dios.

Por eso, contemplamos un dramático lienzo de Murillo, en el que aparece intensamente iluminado el cuerpo de Cristo, que mira a lo alto, dirigiendo a Dios Padre su oración. Al pie de la Cruz está una calavera, en referencia al sepulcro de Adán. Por debajo de él, a la derecha, entre la oscuridad, se dibuja la ciudad de Jerusalén, envuelta en tinieblas al rechazar a Dios.

miércoles, 19 de octubre de 2016

Rubens. San Pablo

San Pablo. 1610-1612. Rubens
Óleo sobre tabla, Medidas 107,5 x 83 cm.
Museo del Prado. Madrid

A mí, el más insignificante de todos los santos, se me ha dado esta gracia: anunciar a los gentiles la riqueza insondable que es Cristo, aclarar a todos la realización del misterio, escondido desde el principio de los siglos en Dios, creador de todo. Así, mediante la Iglesia, los Principados y Potestades en los cielos conocen ahora la multiforme sabiduría de Dios, según el designio eterno, realizado en Cristo Jesús, Señor nuestro, por quien tenemos libre y confiado acceso a Dios, por la fe en él.

Este texto de la Carta a los Efesios nos presenta al apóstol Pablo como el encargado de anunciar a los gentiles la gracia que nos llega por medio de Cristo Jesús. Por eso, hemos escogido un retrato de Rubens en el que representa al apóstol.

El apóstol San Pablo es, junto con Santiago el Mayor, uno de los más expresivos y rotundos de toda la serie pintada por Rubens entre 1610-1612. Con la espada y el libro fuertemente sujetos se dirige con firmeza hacia el espectador, estableciendo una conexión directa con él. La espada muestra una empuñadura con una cabeza de león, símbolo de la fuerza. El artista la coloca en primer plano haciendo hincapié en la importancia del símbolo en la iconografía del santo.

La diferencia de tratamiento entre unos apóstoles, que meditan y se recogen sobre sus libros a pesar de portar las armas con las que fueron asesinados, otros desencajados con sus símbolos de martirio, unos mirando al espectador de forma rotunda y otros hacia el cielo o fuera de la composición ofrecen diferentes actitudes y respuestas ante los problemas que se enfrentaron, de tal forma que el artista nos ofrece un conjunto que actúa como un todo, en el que se van entremezclando unos con otros, siempre con un tratamiento de la imagen similar y donde podemos observar distintos aspectos de la vida de estos hombres. En el siglo XVII y tras el Concilio de Trento la producción de apostolados creció y Rubens, un artista muy relacionado con los dogmas cristianos y la representación de los mismos, busca potenciar la idea de sacrificio de estos doce apóstoles.

lunes, 17 de octubre de 2016

Francisco del Rincón. Martirio de san Ignacio

Martirio de san Ignacio. ca. 1600 Francisco del Rincón
Piedra tallada
Catedral de Palencia

Francisco del Rincón (1567-1608) fue un escultor español del siglo XVII, con taller en la ciudad de Valladolid, considerado uno de los grandes maestros de la escuela castellana del primer Barroco. Algunos autores hablan de su consideración como maestro de Gregorio Fernández, aunque en realidad se puede hablar de Francisco del Rincón más bien como introductor del maestro gallego en la Corte de Felipe III y su valido el duque de Lerma. Rincón realizó obras de imaginería, como el Cristo de las batallas de la Iglesia de Santa María Magdalena de Valladolid o el Cristo de los carboneros para la cofradía de las Angustias. En esta misma iglesia, también se le asignan las esculturas pétreas que decoran la fachada, y las tallas del retablo mayor. También le han sido atribuidos dos relieves que decoran el trascoro de la catedral de Palencia. En Nava del Rey realizó en 1607 el paso de Jesús Nazareno, imagen titular de la cofradía de la Vera Cruz

Su estilo se caracteriza por un mesurado Manierismo, en contraste con otros maestros que siguen el mismo estilo, como Juan de Juni. En algunas de sus esculturas, Rincón se muestra grandemente influido por el Renacimiento italiano, que quizá conoció debido a su cercanía a la Corte. Así, las esculturas de san Pedro y san Pablo del frontispicio de la iglesia de las Angustias, presentan evidentes recuerdos de la plástica de Miguel Ángel. Una de sus principales aportaciones a la historia de la escultura hispana es el haber sido uno de los creadores del paso procesional barroco, que alcanzará su mayor esplendor en la generación posterior.

La escena nos muestra en la parte inferior al santo de Siria siendo devorado por dos leones. En un plano superior, aparecen los magistrados romanos que lo condenaron. todo ello se enmarca en el rico trascoro de la Catedral palentina.